Hay numerosos tipos de seguros disponibles para cubrir diversos riesgos que pueden afectar a una persona, un bien o una organización. Cada riesgo tiene una póliza que ofrece coberturas y garantías para proteger contra él. En este artículo analizaremos los seguros de daños o patrimoniales.
Los seguros patrimoniales tienen como objetivo principal proteger los bienes y activos del asegurado contra posibles daños o perjuicios. A menudo, se cree que solo cubren bienes físicos, pero también pueden proteger capitales financieros.
Si ocurre un siniestro que cause un perjuicio al patrimonio del asegurado, la póliza se activa y la compañía aseguradora pagará una indemnización de acuerdo con las condiciones establecidas en el contrato.
El análisis de los baremos económicos depende de los daños parciales o totales que hayan sufrido los bienes y activos. La cobertura total alcanza el 100% en los casos más graves.
Para determinar la cantidad final, la aseguradora, si es necesario, verifica objetivamente el daño con la ayuda de profesionales independientes. Ambas partes deben dar su consentimiento sobre la estimación realizada.
Las compañías aseguradoras deben garantizar la integridad del proceso y que no haya intentos de fraude, por lo que confían en peritos especializados que ofrecen rigor en sus conclusiones.
Las principales clases de seguros patrimoniales o de daños son las siguientes:
Cubren los riesgos que pueden correrse al conducir y son obligatorios por ley para circular. Asimismo, pueden añadirse coberturas ante robo, incendio y/o daños propios del vehículo.
Protegen al propietario de una moto frente a eventuales daños materiales, lesiones personales y responsabilidad civil derivadas de un accidente.
Están especializados en daños del patrimonio producto de accidentes causados por fenómenos naturales, fallos humanos, acción de las cosas, desgaste natural, etc.
Abarcan una gran variedad de riesgos mediante la contratación de una única póliza de seguros.
Ofrecen cobertura de las pérdidas por insolvencia de los deudores.
Garantizan el cumplimiento de una obligación contratada, dando una garantía económica en caso de incumplimiento.
Combinan la protección contra riesgos con la acumulación de ahorros, permitiendo obtener una rentabilidad a largo plazo sobre sus ahorros.
Se contratan para afrontar robos de bienes asegurados, con violencia o intimidación.
Cubren los daños materiales que puedan sufrir las mercancías o el transporte.
Garantizan la cobertura de los daños producidos si se incendia el objeto asegurado.
Se contratan para indemnizar a un tercero si el asegurado resulta civilmente responsable de los daños o perjuicios causados.
Protegen al propietario ante posibles inquilinos morosos que no paguen su alquiler mensual.
Protegen la vivienda y sus contenidos (muebles, electrodomésticos, joyas...) frente a eventos como incendios, robos, daños por agua, entre otros, proporcionando una solución económica y conveniente en caso de necesidad.
Protegen los electrodomésticos (neveras, lavadoras, televisores...) frente a eventos como daños, averías, pérdida, entre otros, dando una solución económica y conveniente para reparar o reemplazar el electrodoméstico en caso de necesidad.
Los seguros de daños constan de dos componentes principales. Por un lado, existe el interés del asegurado en que no se produzcan los eventos que activan las coberturas. Por otro lado, está el principio de indemnización, que significa que el asegurado no debe obtener una ganancia a partir del uso de las garantías de la póliza, sino una cobertura objetiva y proporcionada en relación a las pérdidas sufridas. En base a estos dos factores, se fija el valor de venta de estos seguros y se comercializan en el mercado.
Por lo general, una vez que el asegurado ha sufrido un evento y decide activar las garantías de su póliza, la aseguradora tiene treinta días desde la notificación del evento para aceptar o no la cobertura. Si la acepta, tendrá 15 días más para cumplir con lo estipulado en el contrato.
Los seguros patrimoniales suelen contratarse mediante una proporción fija entre la cantidad asegurada y el valor del bien asegurado, lo que resulta en una indemnización proporcional. Otra opción es el seguro a valor nuevo, que implica pagar una sobreprima adicional para cubrir la diferencia entre el valor real del bien cuando ocurrió el siniestro y su valor si fuera nuevo. Finalmente, existe el seguro a primer riesgo, que cubre la totalidad de los daños hasta el límite garantizado.
En resumen, estos seguros, cada uno con sus propios pros y contras, son una forma importante de proteger nuestros bienes y activos contra incidencias imprevistas.
Es importante investigar y comparar diferentes opciones para determinar cuál es la mejor para nuestras necesidades individuales.
En cualquier caso, contar con un seguro de daños o patrimonial puede brindar una sensación de tranquilidad y seguridad en caso de un evento desafortunado.
Sea como fuere, si se necesita la ayuda de un experto, en Asesorae podemos aconsejarte sobre los mejores seguros de daños o patrimoniales sin ningún tipo de compromiso.